Mi madre siempre ha sido mi ejemplo a seguir. Desde que tengo memoria, trabajó incansablemente para asegurarse de que mi hermano y yo tuviéramos todo lo que necesitábamos. Nos enseñó desde pequeños la importancia de la estabilidad financiera, cómo ahorrar cada centavo y cómo tomar decisiones inteligentes sobre el dinero. Siempre insistió en que el futuro era lo más importante.
Ahora, a los 67 años, algo ha cambiado. Después de décadas de esfuerzo y sacrificios, ha decidido, de manera repentina, que es hora de dejar su trabajo. No porque lo necesite, sino porque lo desea. Ella dice que ha trabajado lo suficiente y que finalmente quiere disfrutar de su vida. Quiere viajar, dedicarse a su pasión por el arte, caminar por el parque y simplemente ser feliz, sin la presión de un trabajo de 9 a 5.
Yo, por otro lado, me encuentro en una situación difícil. Tengo una hipoteca, un niño pequeño y un montón de gastos que se siguen acumulando mes tras mes. La ayuda de mi madre, aunque sea mínima, sería un alivio. Ella podría haber trabajado unos años más para ayudarnos a pagar la casa o, al menos, haber ahorrado algo para el futuro de su nieto.
No es que no quiera que disfrute de su vida, después de todo lo que ha dado, pero… ¿no debería ser más responsable? ¿No debería anteponer las necesidades de la familia a sus propios deseos temporales?
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