«El regreso del hijo»
— Yo… soy su hijo — dijo Valeriu, evitando la mirada de la mujer.
María parpadeó largamente.
Lo miró en silencio por un momento y luego abrió la puerta.
— Entra.
Está dentro de la casa.
Pero espero que no hayas venido solo con arrepentimientos en el bolsillo.
Valeriu caminó despacio por el camino cubierto de nieve.
Desde adentro se escuchaba la risa de su padre.
Cuando entró en la sala, encontró a Nicolae sentado en la mesa, explicando cómo se repara una tubería de gas.
Los ojos de ambos se encontraron.
— Padre… — dijo Valeriu con voz temblorosa.
— Lo siento.
Mucho lo siento.
No supe… no supe cómo te lastimé.
Nicolae no respondió de inmediato.
Miró a su hijo, luego a María, y luego hacia abajo, a sus manos envejecidas.
— Sabes, Valeriu… el dolor no viene de una bofetada.
Viene del olvido.
Valeriu se arrodilló con lágrimas en los ojos.
— Dame una oportunidad para mostrarte que me importó… que me importa.
Cometí un error.
Me dejé cegar…
Nicolae se levantó.
Puso una mano sobre el hombro de su hijo.
— Levántate.
Vamos a tomar un té.
Y veamos si aún podemos perdonarnos.
María sonrió en la comisura de sus labios.
Ese día, en esa casa sencilla, un padre y un hijo encontraron de nuevo el camino hacia sus corazones.
Y María, entre dos cucharadas de sopa, se dio cuenta de que a veces la vida realmente da una segunda oportunidad.
Fin.
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