Una mujer ocupaba dos asientos en el autobús, y cuando un joven quiso sentarse en el libre, se desató un verdadero escándalo 😲😥

Suburbio. Mañana. Centro del distrito.

 

 

El autobús estaba abarrotado de gente. El aire, como en una sauna, no hay espacio libre.

Subí en la parada junto a la antigua tienda y vi un asiento libre junto a la ventana. En el asiento a mi lado estaba sentada una mujer corpulenta de unos cincuenta años, con los labios maquillados y una gran bolsa de plástico en su regazo. A su lado, libre.

Una mujer ocupaba dos asientos en el autobús, y cuando un joven intentó sentarse en uno de ellos, comenzó la discusión.

Me incliné hacia delante y pregunté cortésmente:

—Disculpe, ¿esta habitación está libre?

La mujer hizo una mueca como si le hubiera pedido que vendiera su alma:

—¡El lugar está ocupado!

—¿Y quién está sentado allí?

Hizo un gesto de desdén, como si estuviera espantando una mosca:

– No es asunto tuyo. ¡Quiero poner mi bolso allí!

La gente empezó a mirarse unos a otros y me quedé sin palabras. ¿Qué derecho reclama ella?

Me senté. Sin una palabra. Precavido. No la empujé ni la toqué. Acabo de sentarme en el asiento vacío.

Una mujer ocupaba dos asientos en el autobús, y cuando un joven intentó sentarse en uno de ellos, comenzó la discusión.

Y entonces empezó:

— ¡¿Qué haces, maldito patán?! ¡Te dije que el lugar ya está ocupado!

—No hay nadie sentado aquí, y no hay cosas aquí. ¿No ves que ni siquiera hay espacio para estar de pie? —Respondí con calma.

— ¡No quiero que te sientes a mi lado! Pagué una multa, ¡TENGO DERECHO!

– ¿Seguro? ¿Pagaste dos entradas?

Ella dudó. Un segundo. Entonces gritó tan fuerte que todo el autobús pudo oír:

– ¡Eso no te concierne! ¡Sal de aquí, idiota!

Una voz desde atrás:

—Señora, ¿no tiene usted ninguna vergüenza?

Una mujer ocupaba dos asientos en el autobús, y cuando un joven intentó sentarse en uno de ellos, comenzó la discusión.

— ¡No interfieras! —gritó ella. — ¡Quiero sentarme solo!

Pero entonces ocurrió algo inesperado y la mujer se levantó y se bajó del autobús… no en su parada.

El inspector vino. Seguro de sí mismo y con el porte de quien está acostumbrado a sacar la basura.

-¿Qué pasa aquí?

La mujer comenzó a gemir:

— ¡Se sentó a mi lado! ¡Le dije que no lo hiciera! ¡Es difícil para mí! ¡Estuve sentado solo todo el viaje!

El controlador determina:

—Muestra el billete.

– ¿Por qué?

Una mujer ocupaba dos asientos en el autobús, y cuando un joven intentó sentarse en uno de ellos, comenzó la discusión.

—Porque un billete sencillo sólo da derecho a un asiento. La gente está de pie en el pasillo.

La mujer empezó a hurgar en su bolso y sacó un billete. Sólo una cosa. Estándar.

—No hay problema —dijo el inspector. —El caballero puede permanecer sentado. Si quieres viajar solo, paga dos asientos o bájate. Un taxi: es tu derecho.

— ¡Me voy a quejar! —gritó la mujer.

—Haz eso. Hasta entonces, sigamos las reglas.

Hubo movimiento en el autobús:

—¡Muy bien!
— ¡Ya estamos hartos de esta gente!
— ¡El respeto debe ser mutuo!

Un anciano de la última fila murmuró:

— No presión arterial alta… sino presión nerviosa alta.

La mujer se levantó de un salto, agarró la bolsa como si fuera un chaleco antibalas y caminó ostentosamente hacia el pasillo. Ella miró por la ventana, respirando con dificultad. El espacio estaba libre.

No me moví. Seguí conduciendo. Afuera pasaban árboles y mástiles. La gente se calmó. Algunos dormitaban, otros susurraban.

Y pensé: Qué extraño, tanto espacio a nuestro alrededor y, sin embargo, tan poco respeto.

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