Eva Marie Saint, una actriz aclamada cuya carrera se extendió por casi ocho décadas, se destacó en la década de 1960, cautivando al público con su talento y gracia. Nacida en el Día de la Independencia, alcanzó la impresionante marca de 100 años. Con motivo de su centenario en julio de 2024, Saint expresó su alegría al planear una celebración en Los Ángeles, rodeada por cuatro generaciones de su querida familia, que viajarían desde distintas partes de California y Chicago.

A pesar de haber llegado a esta increíble edad, mantenía un espíritu juvenil, disfrutando de placeres sencillos como caminar, ver béisbol (especialmente a sus amados Los Angeles Dodgers) y valorando el tiempo con su familia y amigos, reflexionando sobre una vida bien vivida.

Más allá de su exitosa carrera como actriz, Saint compartió un amor profundo y duradero con su esposo de más de sesenta años, el director de televisión Jeffrey Hayden, quien falleció en 2016. Su relación comenzó en la ciudad de Nueva York, lo que llevó a su matrimonio en 1951 y a la crianza de dos hijos, Darrell y Laurette, quienes luego les bendijeron con tres nietos.

Saint hablaba frecuentemente de su vínculo inseparable, destacando las experiencias compartidas y el apoyo inquebrantable que se brindaban mutuamente para alcanzar sus sueños. Jeffrey estuvo a su lado incluso cuando equilibrar la maternidad con su carrera presentaba desafíos, un balance que logró mediante decisiones conscientes y una clara priorización de su familia.

La incursión de Saint en la actuación en pantalla en 1947 rápidamente le valió un importante reconocimiento. En 1955, su papel en la aclamada película “En el muelle de la gloria” le otorgó un Premio Oscar, un momento trascendental que se hizo aún más especial al recibir el honor mientras estaba nueve meses embarazada. Recordó humorísticamente aquella noche, incluyendo una broma ligera sobre la posibilidad de dar a luz en el escenario.

Más adelante en su carrera, presentó en los Premios Oscar, reconociendo de manera conmovedora la reciente pérdida de su esposo y la alegría que su recuerdo les traía durante su asistencia anual a la ceremonia. Su talento también brilló en la pantalla pequeña, lo que le valió un Premio Emmy en 1990 y varias otras nominaciones, lo que finalmente le permitió obtener dos estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood por sus contribuciones al cine y la televisión.

A pesar de los cambios en Hollywood y la oferta limitada de papeles para actores mayores, Saint continuó trabajando en proyectos significativos, incluyendo papeles de voz en series de podcasts antes de alejarse de la industria.

Conocida por su encanto discreto y su perspectiva grounded, nunca buscó los adornos de la celebridad, valorando la conexión artística genuina por encima de la fama.

Recordaba con cariño momentos con compañeros de reparto como Cary Grant, destacando la simple alegría de hacer felices a las audiencias. Saint también mantenía un estilo de vida saludable, atribuyendo su longevidad en parte a caminar, comer bien y su decisión personal de evitar la cirugía estética, una decisión apoyada por su familia.

El recorrido de Eva Marie Saint por Hollywood es un testimonio de talento, gracia y el poder de la elección personal.

Su dedicación a su oficio y su inquebrantable compromiso con su familia la hicieron destacar en una industria a menudo definida por la fama efímera.

Desde su éxito temprano hasta sus papeles más selectivos, navegó su carrera con autenticidad, demostrando que el éxito duradero no requiere sacrificar el verdadero ser. Su vida y su trabajo dejan un legado de fortaleza silenciosa y arte perdurable.